Por: Pedro de la Cruz
La historia de los partidos políticos, así como el desarrollo empresarial dominicano, sobre todo, los formados durante la dictadura de Trujillo (PRD. 1 de enero del 1939) y los después de la muerte del tirano, envuelven un cuadro de comportamiento que nos conduce obligatoriamente a exponer nuestros puntos de vistas al margen del deseo agonizante de sus principales figuras de dirección.
El enfoque histórico de su comportamiento, debemos verlo desde un rosario de perspectivas que concretizan la profundidad circunstancial del quehacer político-social por el que ha atravesado la República. Profundidad de debilidad social que se manifiesta en los estribillos de la lucha antagónica, que generada por los diferentes intereses políticos, económico-empresarial y sintetizado en sus respectivos y casi siempre coincidentes programas que al final del túnel, desnudan las intenciones personales de sus dirigentes.
¡Pero…! no todo ha sido confabulación degradante de los partidos, también los mismos han encarnado grandes ansias sociales y políticas del conglomerado humano mayoritario de la nación, naturalmente, cuando en los mismos prevalecía el conciliábulo ideológico de avanzada, pues hoy, alegando cambios políticos en el mundo, han estrechado el vestuario de partidos de garantía económica personal, mientras que otros germinan en el campo de una seuda democracia, cuyos ovarios son productores de grandes diferenciación social, vicios, corrupción, delincuencia y desviaciones de la conducta humana, y, a pesar de estos señalamientos, los partidos políticos conservan un manto más claro que la mayoría de las instituciones públicas y privadas que integran el aparato estatal de la nación, aunque, en nuestro sistema, es difícil separar las instituciones del Estado de su partido gobernante.
La sociedad está conteste que los grandes empresarios acumulan sus fortunas, apoyándose en el velo sintonizado de la corrupción que ellos mismos generan dentro de los partidos políticos y empresas del Estado, esto es, sin obviar que los mismos constituyen el eslabón más importante de la empleomanía nacional.
El componente partidario es el producto de la misma sociedad, por lo tanto, el mismo cuestionamiento va dirigido a empresarios de medios de comunicación, iglesias, las cuales exhiben la realización de actividades no propias de las prédicas de Jesús, (véase contenido noticioso de jefe de la iglesia Católica involucrado con empresa cuestionada en su funcionamiento ético…), los “sindicatos” de transporte, cuyos dirigentes, desnaturalizando el concepto de asociación, acumulan grandes fortunas con el sudor de los pobres y desafortunados choferes del concho, asesinan a sus compañeros de labores, chantajean al Gobierno y en los momentos difíciles, para sus propósitos empresariales, crean espacio de unidad nauseabunda, las cuales presentan falsos ribetes de lucha a favor de sus “trabajadores”, ¿Dónde está el lienzo blanco de las acciones comerciales de las empresas eléctricas?
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